Lenguajes del color
Reflexión de Lenguajes del color
Rebeca Zurru Fernández
Continuamente, acabamos ofuscados buscando un sinfín de diálogos que generen pretextos para el desarrollo de temas vinculados con el estudio de las realidades preestablecidas. Una vez más, la toma del color, nos sirve como disculpa para abrir un proceso de análisis filosófico que nos permita ir descubriendo por reflexión, algunas de sus propiedades internas dentro del contexto lingüístico-social donde se determina.
Lenguajes del color es una serie pictórica, compuesta por siete piezas basadas en estrategias creativas como el apropiacionismo. Sabemos que este tipo de recursos artísticos, han suscitado en innumerables ocasiones todo tipo de discusiones relacionadas con el plagio o la falsificación. Pese a ello, nuestro proyecto se intenta abordar desde una perspectiva personal, tomando como base la descontextualización o re-interpretación de algunas de las afirmaciones y preguntas que se nos plantean en Observaciones sobre los colores (1994).
A nivel técnico, se hace referencia a herramientas visuales para la comunicación, que artistas como Kruger, a lo largo de su carrera profesional han utilizado. El uso de pies de foto declarativos, mensajes visuales que emplean tanto texto como imagen, para presentar sus pertinentes discursos. Enunciados como parte intrínseca de la obra plástica, donde en Lenguajes del color se redirecciona su sentido, fusionándolo con otros recursos prácticos, utilizados por artistas como Richter (1992). Intentamos apropiarnos de la estética de su gesto, de esos contundentes trazos de pintura superpuestos a una cadena de fotografías, que generan un conjunto de debates internos, que la dualidad entre lo verdadero y lo falso, lo espiritual y lo material puedan despertar en nosotros.
Apoyados por este tipo de estrategias, llevamos a la práctica, al terreno de lo físico, de lo tangible, un conjunto de obras que proponen una gama de enunciados que susciten en el receptor, la necesidad de hacerse preguntas elementales sobre las propiedades internas de lo que acabamos tomando como realidad de color. “¿Puedo creer que veo y ser ciego o creer que soy ciego y ver?” (pp.13) “¿Qué significa rojo?” (pp. 29), son algunas de las preguntas elegidas para propiciar en el espectador, una serie de interrogantes donde la puesta en duda de lo preestablecido, se convierta en la principal herramienta que nos conduzca al conocimiento.
Parece ser, que los griegos fueron ciegos al azul, que todavía hoy, existen tribus que sólo cuentan hasta cinco o que la concepción de “blanco” no será la misma para un “ciego al color” (p.4) que para nosotros. ¿Significa esto, que ninguno de ellos sea capaz de percibir la realidad?, no. Seguramente, como diría Wittgenstein (1951), “ellos no sienten la necesidad de definir lo que así no se define” (pp.37). De modo que aquí, encontramos la primera sentencia que nos induce a dudar de lo que por medio de palabras hemos terminado forjando como real.
Pero continuemos sin adelantarnos, constantemente nos advierten que, entre sujeto y objeto no hay exactitud, esta situación nos lleva a la búsqueda de mediadores como el lenguaje, que nos aseguren un falso reflejo sobre la idea que acabamos teniendo de “rojo”, por ejemplo. Como hemos dicho, damos a lo irreal un sentido de real mediante la construcción de sus palabras. De modo que, la realidad de color, delimitada por la propia existencia del sujeto, no sólo acabe viéndose acotada por su contexto sino también por la producción de su gramática. En efecto, indiferentes al conocimiento puro, nos conformamos con un sentido limitado de la propia realidad. Nos olvidamos de ser sujetos creadores, de que lo que hoy consagramos por el uso de las palabras como las cosas mismas, en primer instante, no fueron más que metáforas intuitivas, desarrolladas en función de las necesidades que engendraron las pertinentes circunstancias, de temerosos individuos necesitados del grupo.
¿Cómo podría nadie imaginar un mundo donde el cielo no fuera azul?. Capaces únicamente de comprender lo que llegamos a comprender y por ello definir sólo lo que podamos ver, lúcidos de nuestra ceguera, nos hacemos conscientes de la imposibilidad de poseer la verdad pura, el sentido unívoco de lo que conllevan términos como “blanco”, “rojo” o “azul”. Un ejercicio mayéutico donde “la búsqueda de la verdad sea la verdad misma” (pp. 16). El color como mera ocasión, para ejercitar un análisis filosófico del uso de sus palabras y de la pertinente construcción de sus conceptos, donde todo el peso de prácticas artísticas como Lenguajes del color, recaiga sobre las sugerencias que un abanico de interrogantes pueda gestar en nosotros y así acercarnos un paso más, a esa inalcanzable realidad de color, por ejemplo.
-Wittgenstein. L. (1994). Observaciones sobre los colores. Barcelona: Espana Libros, S. L. U. y Universidad nacional autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filosóficas.